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‘He venido a dar testimonio de los efectos de un arma de guerra’

En el juicio de los ataques de enero de 2015, los heridos en el ataque a ‘Charlie Hebdo’ hablaron el miércoles 9 de septiembre. Después de los sobrevivientes del día anterior y su inmenso daño psicológico, los heridos contaron además su dolor físico y las responsabilidades del clima intelectual que pudo haber favorecido el ataque.

Con nuestras enviadas especiales al tribunal de París, Laura Martel y Marine de La Moissonnière

Primero es el turno de Simon Fieschi, el webmaster del periódico. Se acerca al estrado con una muleta. Inmediatamente indica que será más breve que sus colegas del día anterior, «porque como vieron en el video de vigilancia, fue extremadamente rápido para mí», advierte.

Sentado en el vestíbulo del periódico, Simon Fieschi es el primero al que dispara Cherif Kouachi. «Recuerdo que la puerta se abrió, una explosión, y mi campo de visión yendo en diagonal. Perdí el conocimiento, y eso es probablemente lo que me salvó», dice el hombre de 30 años, que habla en voz baja, como si pesara cada palabra. O tal vez es porque cada palabra exige un esfuerzo.

Cuando recobra la conciencia, lo asalta el silencio, luego una imagen: «La de un rastro de sangre, sangre que debió ser mía, tal vez mezclada con la de otros heridos, y en la que quienes vinieron a rescatarnos habían caminado», dice. “La imagen que me queda es la de un rastro de sangre cuyo significado no entiendo en ese momento”, explica.

Porque en ese momento, no sabe del alcance de la matanza. Evacuado y sumergido en coma durante una semana, sólo se enterará después de los nombres de los muertos, los otros ataques, la búsqueda de los culpables o la colosal manifestación del 11 de enero.

«No deseo regalar mi dolor a aquellos que hicieron todo lo posible para infligirlo en mí”

Simon Fieschi dudó mucho en venir a testificar, admite: «Estaba desgarrado. Por un lado, no tengo ningún deseo de regalar mi dolor a aquellos que hicieron todo lo posible por infligirlo, y al mismo tiempo, ningún deseo de ahorrarles las consecuencias de sus acciones. Así que he venido a dar testimonio de los efectos de un arma de guerra», explica.

Simon Fieschi describe con mucha modestia las secuelas de las dos balas, una de las cuales le dio en el cuello. Cinco semanas en cuidados intensivos, ocho meses en el hospital. Le dispararon en la columna y perdió 7 cm de cintura. Inicialmente paralizado, tendrá que continuar con la rehabilitación de por vida. También hay daños en los nervios, el dolor que no desaparece o que a veces ha reemplazado al tacto.

Las secuelas psicológicas sólo aparecieron después. «Cuando el cuerpo está tan afectado, no se puede derrumbar psicológicamente», explica, antes de añadir: «Luchar contra la parálisis, ignorar el dolor y tratar de ver el lado bueno de las cosas genera una fatiga abismal que nunca desaparece; cada una de mis acciones está arrancada de esta fatiga».

No me salvé

Simon Fieschi refuta el término francés “rescapé” para quienes no perdieron la vida en el atentado, porque deja entender que es alguien que se salvó; prefiere la palabra «sobreviviente». «Ninguno de los presentes, vivos o muertos, heridos o no, e incluso algunos que no estaban allí, ninguno de nosotros escapó de lo que pasó», insiste.

«Me veo a mí mismo más como un sobreviviente que como alguien que se salvó, con todas las consecuencias, la suerte y la responsabilidad que eso conlleva». Y su responsabilidad, dice, era dar testimonio del efecto de una bala Kalashnikov: «Esa bala no falló, pero también diría que no me alcanzó. Y también diría lo mismo para el periódico», concluye Fieschi.

Una «Intelligentsia que creó un clima nocivo que favoreció el ataque»

Después del webmaster de Charlie Hebdo, Fabrice Nicolino, el experto en Ecología del semanario, dio un testimonio con un tono muy diferente del anterior. Él también se apoya en una muleta, ya que le dispararon en cada pierna, así como en el abdomen. Pero Fabrice Nicolino no se detiene en la descripción de sus lesiones físicas o psicológicas: «Estoy bastante bien, de verdad», insiste.

Su voz cobra fuerza cuando narra las condiciones de trabajo actuales de Charlie Hebdo: las seis puertas blindadas para pasar, los gendarmes armados, la «panic room» en caso de ataque instalada dentro del local… . “¿Cómo es concebible que en 2020, en Francia, país de los derechos humanos y la libertad, un equipo trabaje de esta manera?”, se pregunta. Acusa a sus colegas de la prensa que, según él, no denuncian esta situación y no libran de frente la batalla necesaria para defender la libertad.

Fabrice Nicolino también fustiga «cierta intelectualidad que creó un clima nocivo que favoreció» el ataque contra Charlie Hebdo. O «una densa red de personas que se negaron a ver lo obvio y que, frente a este totalitarismo, no vieron nada. Los que difundieron la calumnia de que Charlie era un periódico racista”, recalca.

Luego fue el turno de hablar de Patrick Pelloux, médico de urgencias y ex columnista de Charlie Hebdo, uno de los primeros en llegar a la escena el día de los ataques, quien habló. También defendió la «lucha por la libertad» del periódico.

“Vengan rápido, es una carnicería”

«Vengan rápido, es una carnicería”. La voz queda de Patrick Pelloux, cuando llama al 911 el 7 de enero, congela la sala. En el estrado, el médico cuenta, con la garganta apretada, cómo intentó salvar a sus amigos. Luego, como el resto del equipo de Charlie Hebdo antes que él, defiende la libertad de expresión. Eso es lo que lo llevó al estrado.

«Venir es confiar en el poder judicial, confiar en el funcionamiento de nuestra democracia. Por eso estoy aquí. El terrorismo islamista nunca derribará nuestra República. Siempre seremos más fuertes que ellos. Lloro a mis amigos muertos todos los días, pero estamos aquí y seguimos adelante”, enfatiza.

«Seguimos luchando contra el fanatismo religioso, pero estamos poco en las trincheras», lamenta Patrick Pelloux. «Espero más del Estado y de la clase política para defender el laicismo. El islamismo es el fascismo, sí, sí. Aquellos que creen en el Islam tendrán que preguntarse sobre el hecho de que el islamismo tome la delantera. Y eso es serio. Es muy grave”, alerta.

«No se impide que nadie crea en Dios», continúa el doctor. “Así que no nos impidan pensar, cultivarnos, dibujar”, añade.

La republicación de las caricaturas de Mahoma en el día de apertura del juicio

Dos días especialmente difíciles terminaron así ante el tribunal. Pero las víctimas no renunciaron a su lucha por la libertad de expresión y contra el islamismo, como lo demuestra la nueva publicación de las caricaturas de Mahoma el día de la apertura del juicio.

“Es increíblemente duro», dice el abogado de Charlie Hebdo, Richard Malka. “Durante dos días, tuve la impresión de cruzar un valle de horror. Lágrimas, muerte, sangre. Y fue particularmente emotivo, pero fue la consecuencia de una masacre, de un fanatismo. Luchan y siguen luchando a pesar de las amenazas, a pesar de que ya no tienen vida, de que ya no pueden caminar con sus esposas en la calle, de que viven bajo arresto domiciliario, de que se han visto obligados a abandonar su vida personal, de que viven en un búnker. Y siguen luchando, tienen ese coraje. Tienen el coraje de volver a publicar las caricaturas. Y las reeditan para otros, para estas jóvenes generaciones, para que puedan seguir viviendo libres, aunque no entiendan la importancia de poder mantener su espíritu crítico, incluso con respecto a las religiones. Pero es más amplio que las religiones, se trata de cualquier ideología”, recalca.

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